sábado, 2 de mayo de 2009

Los Imaginarios

Círculo literario y artístico surgido en la de década de los 90 en torno a la revista de literatura y poesía “Imaginaria”. Entre los miembros fundadores de ésta publicación, que escapa a cualquier tipo de encasillamiento, por la pluralidad de estilos y marcos artísticos que la componen, se pueden nombrar a reconocidas personalidades del medio, tales como Daniel Beccia, Arturo Arnaiz, Jorge Durand y el ya fallecido José Ramos Pedraza.
A continuación, algunos poemas extraídos de “Revista Imaginaria” #12, compuesta en su totalidad por escritos-tributo a grandes escritores y literatos.

A un peatón cualquiera. A Jaime Sabines.
“Si tuvo ojos para ver,
Fue porque su dios era sordo”.

Que el mundo lo sepa:
Sabines es el redentor de los poetas.
En sus huesos sin culpa,
y en el polvo de sus sesos,
hay poemas de calcio
y de cemento;
en su sonrisa secreta,
tan fácil y pareja,
que guarda tan solo para su sombra
y para la tierra,
Hay aún un poema.

En su poesía se pule el llanto,
y se estrena el alma.
Su poesía tan húmeda y blanda
es noche para el amante,
consuelo para el suicida.
Que los niños lo sepan antes:
Sabines se ríe de su cadáver;
desde las páginas de su tumba,
él dedica todas sus horas
a resucitar sus poemas.


Hierba del Estío. A Walt Whitman
“El enigma y la solución del enigma:
Así como soy existo. ¡Miradme!”


Tú si eras un hombre,
y un hermano, Walt,
yo soy tan solo un extraño
muy lejano y recóndito de tu tiempo,
refugiado mientras tanto en el mío,
andando sobre las hojas ya marchitas, tras tus pasos,
sobre los campos oxidados de antaño,
sobre las páginas ya escritas,
sobre las nubes fluorescentes del ocaso americano.
Yo tan solo soy otro de tus pequeños hermanos Walt,
colgado de tus barbas blancas nacidas del Potomac.

A un tal Charles… ¿Quién?
“Esperando la muerte;
un milagro”

El gran Charles Bukowski,
duerme entre sus putas muertas
triste y abrazado
del profundo sexo de su botella;
con los ojos rotos por la mañana
con pelos púbicos bajo su lengua.
Gran perro, poeta malnacido en un mundo de mierda,
sobre un colchón inmundo,
relleno de poemas arrancados de la tierra,
con la mugre escurriendo de su sombra
como el sudor que baja de los cuerpos que se matan;
y su aura podrida de cloacas y burdeles
y sus uñas arañando al tiempo por la espalda
y su sangre carcomida por la ciudad y sus ratas
resignado a su muerte,
a todas sus muertes;
al alba.

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