-Réquiem por todas las almas desahuciadas, que respiran el polvo de esta tierra demente. Psicoanalistas, pedagogos, psicólogos, psiquiatras y demás peritos entendidos en el arte de la psicotomía, son convocados para analizar éste notable caso. Cada uno con su propia opinión de especialista, bien fundamentada en el delirio teórico, de otro bien fundamentado especialista. Escuchan, auscultan, disertan, interpretan y exprimen la palabra hasta el hartazgo. Beben el enervante zumo de las significaciones.
Pero pueden estar seguros que, éstos no cesarán nunca en su frenesí terapéutico, al menos no hasta encontrarse con la neurona enferma y podrida, con la neurosis tan evasiva, o con la psicosis tan malinterpretada. Buscan, después de todo, tropezar con su propia redención. Trabajan todos para alimentar el goce de un gran padre sádico y muerto, al que no dejan de citar en sus escritos académicos de ultratumba. ¿Qué acaso no lo ven? ¡Están todos ustedes colgados de las barbas de un santo!
Estos analistas de lo absurdo, posan sus miradas perversas en un pequeño punto de humanidad, al que no dudan en llamar un sujeto. Un hombre que se aferra al vientre materno, al síntoma, al ideal del padre, a la angustia de objeto, al erotismo anal, a la envidia del falo o a un metonímico etcétera. Un ente sujeto a la denominación médica, psicoanalítica e industrial de estos tiempos donde el consumo es metáfora y también es producción maquinal del deseo. Un producto social dominado por el yugo de la palabra, con todas sus previsibles consecuencias. Las significaciones nos cercenan, nos atomizan, nos escinden de nuestra naturaleza humana. ¡También de eso hemos sido privados! Ya nadie podría decir con certeza de qué estamos hechos. Cuál es nuestra sustancia íntima. El ser humano, como especie, no existe más; este es el reinado de la cosa, de la persona que es ante todo máscara, del sujeto sujetado siempre a una instancia superior. A dios, relámpago de los escépticos, o a la ciencia todopoderosa. No importa de quién o para quién, estamos para siempre condenados a ser en relación a algún otro.
El mundo que hemos confeccionado, a fuerza de sangre y letra, nos ha sobrexcedido. Somos deidades proscritas en su propia creación instantánea. Nuestro principio de realidad, colisiona con la realidad material e infranqueable. Nuestras percepciones chocan de lleno con una tierra que se desangra, con cadáveres putrefactos regados como escombros, con discursos irreverentes, con toda suerte de fantasías perversas transmitidas en technicolor.
Las fobias son producidas en masa en los cuarteles militares, la paranoia es diseminada electrónicamente a través de Internet, la esquizofrenia es inducida a través de hormonas diluidas en la leche. Somos incitados a los peores patrones de conductas obsesivas. Sin percatarnos, nos contagiamos paulatinamente de ésta pulsión global de muerte. Fuerzas ajenas a nuestra conciencia excitan nuestros narcisismos y libidinizan el concepto de locura, empujándonos hasta la confesión del análisis. Hasta expeler, desesperados, nuestro ser más íntimo en un diván. A desnudar el hueso de nuestros pensamientos sobre una plancha metálica. Entonces, finalmente, sometidos a la voz etérea y estereofónica que envuelve al diván, es cuando logramos sentirnos vacíos, y descansar. La privacidad está vedada: todos los recursos deben ser volcados hacia la producción infinitesimal de subjetividades. Hemos de multiplicar hasta el infinito nuestros delirios, para taponar la hemorragia de sinsentidos teóricos que hemos abierto. Las formaciones paradójicas o la inmolación inconsciente, parecen ser nuestras únicas salidas posibles…-
-Muy bien señor x. Interrumpiremos está sesión cinco minutos antes. Nos vemos el próximo martes a la misma hora entonces…-
sábado, 2 de mayo de 2009
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2 comentarios:
Muy bueno che!
me voy a ensiestar un rato e intentar no pensar en lo que dicen tus palabras...
Diego.
Un par de citas:
“Creer en el mundo es lo que más nos falta; perdimos el mundo: nos lo quitaron. Creer en el mundo es también suscitar acontecimientos, aunque pequeños, que escapen del control, o entonces hacer nacer nuevos espacio-tiempos, incluso de superficie y volumen reducidos... Es en el nivel de cada tentativa que son juzgadas la capacidad de resistencia o, al contrario, la sumisión a un control.”
“No es en nombre de un mundo más verdadero que el pensamiento capta lo intolerable de éste. Las personas somos parte de este mundo en el cual experimentamos lo intolerable. La salida es creer no en otro mundo, sino en nuestro vínculo con el mundo: en la vida, el amor, el deseo.”
Gilles Deleuze
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