lunes, 4 de mayo de 2009

sábado, 2 de mayo de 2009

Los Imaginarios

Círculo literario y artístico surgido en la de década de los 90 en torno a la revista de literatura y poesía “Imaginaria”. Entre los miembros fundadores de ésta publicación, que escapa a cualquier tipo de encasillamiento, por la pluralidad de estilos y marcos artísticos que la componen, se pueden nombrar a reconocidas personalidades del medio, tales como Daniel Beccia, Arturo Arnaiz, Jorge Durand y el ya fallecido José Ramos Pedraza.
A continuación, algunos poemas extraídos de “Revista Imaginaria” #12, compuesta en su totalidad por escritos-tributo a grandes escritores y literatos.

A un peatón cualquiera. A Jaime Sabines.
“Si tuvo ojos para ver,
Fue porque su dios era sordo”.

Que el mundo lo sepa:
Sabines es el redentor de los poetas.
En sus huesos sin culpa,
y en el polvo de sus sesos,
hay poemas de calcio
y de cemento;
en su sonrisa secreta,
tan fácil y pareja,
que guarda tan solo para su sombra
y para la tierra,
Hay aún un poema.

En su poesía se pule el llanto,
y se estrena el alma.
Su poesía tan húmeda y blanda
es noche para el amante,
consuelo para el suicida.
Que los niños lo sepan antes:
Sabines se ríe de su cadáver;
desde las páginas de su tumba,
él dedica todas sus horas
a resucitar sus poemas.


Hierba del Estío. A Walt Whitman
“El enigma y la solución del enigma:
Así como soy existo. ¡Miradme!”


Tú si eras un hombre,
y un hermano, Walt,
yo soy tan solo un extraño
muy lejano y recóndito de tu tiempo,
refugiado mientras tanto en el mío,
andando sobre las hojas ya marchitas, tras tus pasos,
sobre los campos oxidados de antaño,
sobre las páginas ya escritas,
sobre las nubes fluorescentes del ocaso americano.
Yo tan solo soy otro de tus pequeños hermanos Walt,
colgado de tus barbas blancas nacidas del Potomac.

A un tal Charles… ¿Quién?
“Esperando la muerte;
un milagro”

El gran Charles Bukowski,
duerme entre sus putas muertas
triste y abrazado
del profundo sexo de su botella;
con los ojos rotos por la mañana
con pelos púbicos bajo su lengua.
Gran perro, poeta malnacido en un mundo de mierda,
sobre un colchón inmundo,
relleno de poemas arrancados de la tierra,
con la mugre escurriendo de su sombra
como el sudor que baja de los cuerpos que se matan;
y su aura podrida de cloacas y burdeles
y sus uñas arañando al tiempo por la espalda
y su sangre carcomida por la ciudad y sus ratas
resignado a su muerte,
a todas sus muertes;
al alba.

La escatología del Deseo

-Réquiem por todas las almas desahuciadas, que respiran el polvo de esta tierra demente. Psicoanalistas, pedagogos, psicólogos, psiquiatras y demás peritos entendidos en el arte de la psicotomía, son convocados para analizar éste notable caso. Cada uno con su propia opinión de especialista, bien fundamentada en el delirio teórico, de otro bien fundamentado especialista. Escuchan, auscultan, disertan, interpretan y exprimen la palabra hasta el hartazgo. Beben el enervante zumo de las significaciones.
Pero pueden estar seguros que, éstos no cesarán nunca en su frenesí terapéutico, al menos no hasta encontrarse con la neurona enferma y podrida, con la neurosis tan evasiva, o con la psicosis tan malinterpretada. Buscan, después de todo, tropezar con su propia redención. Trabajan todos para alimentar el goce de un gran padre sádico y muerto, al que no dejan de citar en sus escritos académicos de ultratumba. ¿Qué acaso no lo ven? ¡Están todos ustedes colgados de las barbas de un santo!
Estos analistas de lo absurdo, posan sus miradas perversas en un pequeño punto de humanidad, al que no dudan en llamar un sujeto. Un hombre que se aferra al vientre materno, al síntoma, al ideal del padre, a la angustia de objeto, al erotismo anal, a la envidia del falo o a un metonímico etcétera. Un ente sujeto a la denominación médica, psicoanalítica e industrial de estos tiempos donde el consumo es metáfora y también es producción maquinal del deseo. Un producto social dominado por el yugo de la palabra, con todas sus previsibles consecuencias. Las significaciones nos cercenan, nos atomizan, nos escinden de nuestra naturaleza humana. ¡También de eso hemos sido privados! Ya nadie podría decir con certeza de qué estamos hechos. Cuál es nuestra sustancia íntima. El ser humano, como especie, no existe más; este es el reinado de la cosa, de la persona que es ante todo máscara, del sujeto sujetado siempre a una instancia superior. A dios, relámpago de los escépticos, o a la ciencia todopoderosa. No importa de quién o para quién, estamos para siempre condenados a ser en relación a algún otro.
El mundo que hemos confeccionado, a fuerza de sangre y letra, nos ha sobrexcedido. Somos deidades proscritas en su propia creación instantánea. Nuestro principio de realidad, colisiona con la realidad material e infranqueable. Nuestras percepciones chocan de lleno con una tierra que se desangra, con cadáveres putrefactos regados como escombros, con discursos irreverentes, con toda suerte de fantasías perversas transmitidas en technicolor.
Las fobias son producidas en masa en los cuarteles militares, la paranoia es diseminada electrónicamente a través de Internet, la esquizofrenia es inducida a través de hormonas diluidas en la leche. Somos incitados a los peores patrones de conductas obsesivas. Sin percatarnos, nos contagiamos paulatinamente de ésta pulsión global de muerte. Fuerzas ajenas a nuestra conciencia excitan nuestros narcisismos y libidinizan el concepto de locura, empujándonos hasta la confesión del análisis. Hasta expeler, desesperados, nuestro ser más íntimo en un diván. A desnudar el hueso de nuestros pensamientos sobre una plancha metálica. Entonces, finalmente, sometidos a la voz etérea y estereofónica que envuelve al diván, es cuando logramos sentirnos vacíos, y descansar. La privacidad está vedada: todos los recursos deben ser volcados hacia la producción infinitesimal de subjetividades. Hemos de multiplicar hasta el infinito nuestros delirios, para taponar la hemorragia de sinsentidos teóricos que hemos abierto. Las formaciones paradójicas o la inmolación inconsciente, parecen ser nuestras únicas salidas posibles…-

-Muy bien señor x. Interrumpiremos está sesión cinco minutos antes. Nos vemos el próximo martes a la misma hora entonces…-

viernes, 1 de mayo de 2009

Hay que desajenizar el estado

¿Quién es el estado? ¿El estado es alguien distinto de uno (un otro)? ¿Es un gran padre protector y proveedor? ¿Es un gran justiciero? ¿Es un empleado nuestro? ¿Qué es realmente? ¿Cómo lo personificamos? ¿Es todo esto junto?

La otra vez me afanaron dos pibes en la calle. Me sacaron el celular y veinte mangos. Yo me fui a mi casa resignado de no recuperar mis cosas. "Al pedo hacer la denuncia, no los van a agarrar" pensé. En eso me llama un amigo a mi casa y dice que los agarraron a los chorros que vaya a la comisaría. Cuando llegué me entero de lo que pasó.

Cuando se fueron los chorros un taxista y mi amigo que de casualidad andaba por ahí los vieron y decidieron seguirlos, se les adelantaron, vieron un patrullero, le avisaron y pudieron agarrarlos. Insólito.

Este ejemplo me parece que da cuenta de un mecanismo ideal de justicia y "seguridad".
No digo que debería haber más justicieros, no digo que haya que hacer justicia por mano propia porque la policía "no sirve para nada" ni digo que hay que quejarse sin hacer nada.

La pregunta es, ¿desde mi posición de ciudadano, qué puedo hacer?
Y acá se hizo algo, mi amigo pensó "A ver si le sacaron algo importante" y se solidarizó, el tachero se solidarizó también porqué "hoy le pasó a él, mañana a cualquiera".

Ellos no detuvieron a los chorros, pero hicieron de facilitador para que la policía lo haga y nadie se los pidió. Eso es sumamente valioso, pusieron el cuerpo, se implicaron y el sistema funcionó (se hicieron parte del sistema y no lo ajenizaron).

Uno puede hacer dos cosas a mi parecer: Por un lado, puede exigir al estado justicia, equidad, etc. y, por el otro, puede plantearse la pregunta más individualista e introspectiva ¿Qué puedo hacer yo? o mejor dicho ¿Qué podemos hacer nosotros -porque los problemas no afectan a una sola persona nada más- para resolver esto?

Y la cuestión fundamental es desajenizar el problema ("es cosa de la policía"), salir de la comodidad y cambiar el bocho. No apuntar tanto a la visión reduccionista causal sino pensar que los robos en la calle son síntoma de algo de fondo más grave; un problema mayor. ¿Quiero implicarme en este problema o quiero olvidarme?